De los libros La conversación de los cuerpos
(Editorial Galerna, 1982)
y Cuerpos abraSados
(Ediciones de la Flor, 1984)

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28.   (Los desbesos)
HOMBRE:
Se besa y no se besa.
Se besa tanto y tan poco.
MUJER:
Se besa meramente:
sin riesgo
sin arrojo
sin coraje.
HOMBRE:
Se besa demasiado y tan menos
sin sangre
sin saliva
sin los labios.
MUJER:
Se besa de la boca para afuera.
HOMBRE:
Y es un crimen desbesarse.

29.    (Los besos)
MUJER:
Pero a veces el beso
entra,
se mete bien adentro
tan adentro...
HOMBRE:
Para ese beso crucial
imposible desandar el camino.
Imposible,
como no sea retornando en un hijo que vendrá.
Que vendrá
con una orden a cumplir:
respirar,
respirar para que no se pierda la costumbre.
MUJER:
Y besar.
Besar bien adentro ¡más adentro!
Besar ¡sin dejar nada afuera! Ni la muerte.
Besar ¡arrojándose de cabeza en cada beso!

68.   (Eso es todo)
HOMBRE:
Ni un árbol,
ni la leve sombra de una piedra,
ni el matiz de la menor arena:
nada hay ahora
sobre la desmesurada corteza terrenal.
Todo es desenfrenadamente lacio.

Pero a lo lejos,
si supiéramos ver a lo lejos,
descubriríamos que en realidad
aquel tenue punto que parece inmóvil

son el Hombre y la Mujer.

MUJER:
Un hombre y una mujer
que marchan de espaldas a nuestra presunta mirada.
Un hombre y una mujer
que caminan
de la mano

a la par.

SOBERANA LOCA:
Y eso es todo. Siempre.

69.   (El rasguño)
HOMBRE:
Nada quedará.
Ni siquiera la ceniza de la Nada.

(Hay un vértigo con eterna paciencia
que devora todo cuanto flota.)

Nada quedará.
Ni siquiera el nombre de la Nada.

Pero el instante aquél,
el instante ese
cuando el Hombre y la Mujer se desembocaron

sí quedará,
sí quedará,
como un levísimo rasguño
en la desolada mejilla del cosmos.

Y el rasguño no cicatrizará.

70.   (Seamos un buen viento)
MUJER:
No seamos impiadosos,
no imitemos a lo que se nombra Dios.

Pobre ser, el Hombre,
tan soberbio, pero con nuca.

No lo juzguemos por nada.
Consideremos que los siglos de su historia
sólo han servido para dejarle
el cuerpo sin alma, es decir sin cuerpo.

HOMBRE:
No lo juzguemos por nada.
Seamos dioses para abrigarlo
ahora que es un hueso,
un hueso solo,
que no da sombra.
Un hueso sin sol
desolado.

MUJER:
No lo juzguemos por nada.
Depongamos la impiedad del dios inalcanzable.
Que no se nos olvide:
el Hombre es tan sólo el hombre,
un magro latido que piensa.

Seamos nosotros dioses, para cuidarlo.
¡Soplemos juntos!
¡Soplemos todos!

HOMBRE:
¡Soplemos
para que el cuerpo descarriado vuelva a su alma!
¡Soplemos
para que el alma descarriada vuelva a su cuerpo!

Seamos un buen viento que avecina lo desgajado
hasta que lo desgajado se aventoce.
Y el cuerpo se encuentre con el cuerpo
con el alma
¡como el varón con la hembra!