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(Dos fragmentos)
Declaración de motivos que tiene la Violeta para resucitar
–Los motivos de mi presente resucitada son, a saber: El primero: la Viola resucita porque se quedó con hambre y con sed y con etcétera… El segundo: la Viola resucita porque estaba haciendo de comer y el alimento se le quedó a medio hacer. Eso sí que es pecado… El tercer motivo: la Viola resucita porque era una rabiosa desesperada y los rabiosos desesperados siempre se reencarnan. ¿En qué? No en jirafa no en pez no en pájaro no en vegetal, tampoco en tigre. Los rabiosos desesperados se reencarnan en ¡ellos mismos! Pero hay un cuarto motivo por el cual la Viola resucita: resulta que estando finada, fíjense lo que son las cosas, fui a parar, con perdón de la palabra, ¡al paraíso!, joder, cuando quise darme cuenta yo estaba entre los almidonados, los fruncidos, los buenitos, los que conciben sin pecar y pecan sin concebir… Ante semejantes buenas compañías, no iba a esperar que el gallo cantara tres veces: salí cagando a los santos cuetes del tremendo sitio. Mamita mía. Yo misma me agarré de los calzones, así, y me arrojé bien lejos… Por más pecadora que haya sido en mi temporada anterior no merecía el castigo celestial de convivir con pedorras alcanforadas de himen intacto o con cretinos de ésos que después que aprietan el gatillo se comulgan una hostia. ¡Eso ni muerta! De modo que, señores y señoritas, muerta estando, me suicidé de nuevo, al revés, y aquí estoy, ¡resucitando!
Declaración de principios. Violeta hoy. Violeta aquí
–…el júbilo era de nosotros. Era, y lo perdimos. La alegría era de nosotros. Era, y la perdimos. La fiesta era de nosotros. Era, y la perdimos… Señores y señoritas, perdimos lo que nos quitaron pero también ¡perdimos lo que perdimos!... Ellos, los buitres almidonados, los burócratas de la superstición rentada, hicieron lo suyo, incienso mediante, sin tregua y hasta en as fiestas de guardar… Ellos nos vienen domando el pulso, ganando y ganando la partida, porque nosotros no hacemos lo nuestro, porque nosotros extraviamos lo que fundó la tierra, lo único que no se compra ni se vende… Perdimos la celebración, la fiesta, la gloriosa alegría… Ellos, qué sin pausa, qué sin complejos, hacen lo de ellos… Nosotros, a lo nuestro, qué postergado lo tenemos… Nosotros seguimos malentretenidos, siendo comentaristas tardíos de masacres y demencias ya consumadas… Claro que el dolor es cierto y es cierto el llanto y es cierta la úlcera de la injusticia, pero no caigamos en la trampa,. No nos hagamos gárgaras con la enfermedad. Lo nuestro está muy pendiente… Cantores y escribas y creadores, a la enfermedad de a desdicha no la debemos alimentar, la debemos sitiar y doblegar… Y basta de regodeo y de regusto con la enfermante enfermedad… ¡La enfermedad es lo único que goza de buena salud! Así pues que, adiós a la penumbra y a los pañuelos: tenemos que recuperar lo primordial perdido… no nos importe que lo sencillo no tenga prestigio: en la nuez de lo primordial está nuestra única posible salvación… Lo nuestro en nuestras manos está… Lo nuestro es vadear la muerte contra natura, es doblegare el luto, es desnucar la rutina… Lo nuestros es estornudar en el concierto, comer la fruta sin pelarla y rascarnos justamente cuando nos pica. Lo nuestro es ver oír paladear olfatear y tocaaaar… Lo nuestro es lo que funda el día y funda la noche… Lo nuestro no es la sangre ofendida, derramada, cancelada, violada… Lo nuestro es a sangre adentro de la sinfonía de los cuerpos… ¡Manos a la obra! ¡Sangre a la obra!
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