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(Fragmentos)
MUJER –Buenas noches, bien nacido.
LORCA –¿Buena... la noche?
MUJER –La noche nos abriga. Podemos conversar sin apuro. Hace años que no lo hacemos.
LORCA –¿Conversar? Buenamoza, si no sé dónde estoy... ni de dónde vengo...
MUJER –De tu nombre, ¿te acuerdas?
LORCA –Mi nombre...
MUJER –Federico, tu nombre es Federico.
LORCA –¿Federico García?
MUJER –Federico García Lorca. Por la gracia de la sangre encauzada.
LORCA –Sangre. Ay. Cómo me duele esa palabra. Qué frío en las uñas.
MUJER –Te digo que la noche nos abriga, Federico. No te sientas aterido.
LORCA –Me llamo como me llamas... pero ¿quién soy?
MUJER –Un niño, un niño así de alto.
LORCA –¿Tan alto yo? ¿Y cuándo...?
MUJER –Todo empezó en Granada...
LORCA –Gra... nada. Ay.
MUJER (Induciéndolo a recordar.) –Granada, Federico, ¿qué es?
LORCA –¿Granada? Granada se asusta.
MUJER –Granada. ¿Qué más?
LORCA –”Granada ama lo diminuto... En Granada no queremos que el mundo sea tan grande. Ni el mar tan hondo.”
MUJER –Pero qué vamos a hacerle, el mundo es demasiado desmesurado y el mar demasiado profundo.
LORCA –Por eso Granada se asusta. Y “no puede salir de su casa... Es una ciudad de ocio, una ciudad para la contemplación y la fantasía”.
MUJER –¿Y qué más?
LORCA (Con repentino entusiasmo.) –Granada “es una ciudad donde en enamorado escribe, mejor que en ninguna parte, el nombre del amor en el suelo”.
MUJER –¿Y del trabajo, qué?
LORCA –Granada “está llena de iniciativas, pero falta de acción. Es una ciudad de ocios y tranquilidades. Una ciudad de exquisitos catadores de aguas”...
MUJER –Mal lugar para la guerra.
LORCA –No es lugar para esa palabra. El granadino, “como es naturalmente hombre de fantasía, no es, naturalmente, hombre de valor. Renuncia a la aventura. Se queda consigo mismo, en su jardín, sin filosofar siquiera, entre el sueño y el ensueño”. Es que Granada “por todas partes limita con lo inefable”.
MUJER –Ni filósofos, ni guerreros, ni violentos, ni laburantes se encontrarán a gusto en tu Granada... ¿y quién entonces?
LORCA –A gusto se encontrará todo aquél “que quiera estar en una tertulia de fantasmas y hallar quizás una vieja sortija maravillosa por los paseíllos de su corazón”.
MUJER –Ya me entero: en tu tierra hasta el insomnio es una celebración, una fiesta.
LORCA –Ni te imaginas. Allí el insomnio se llena “de pequeños tambores incesantes que ponen loca a la noche de la ciudad”.
MUJER –Con tanta farra, con tanto insomnio en los aires, allí la matemática debe estar muy contrariada.
LORCA –En Granada, de tiempo y de números, ¡ni hablar! Con decirte que “el día no tiene más que una hora inmensa”...
MUJER –¿Y en qué ocupan esa hora inmensa?
LORCA –Pues, en lo que se debe: “se emplea en beber agua, girar sobre el eje del bastón y mirar el paisaje”. Y más te digo: “Dos y dos no son cuatro en Granada”.
MUJER –¿Y cuántos son?
LORCA –”Son dos y dos, siempre, ¡sin que logren fundirse jamás!”
MUJER –A la vista está, todo es posible, todo puede ser en tu tierra.
LORCA –No todo. Hay algo que no se puede: “una muchacha puede ser morena, puede ser rubia, pero no debe ser ciega”. Fuera de esto, todo es posible: si un mulo resopla, nosotros, muy sencillamente, decimos que “el mulo abre el girasol de su boca”. Por lo demás, en mi tierra hay espejos verdes y espejos que respiran. Y hay locos tan atrevidos que se plantan frente al espejo teniendo sólo “medio peine en el bolsillo”. Yo lo he hecho.
MUJER –Qué coraje el tuyo, Federico. Qué coraje. Pararte así, frente al espejo, con sólo medio peine en el bolsillo.
LORCA –Pero eso no es todo. Créeme, en mi tierra se es un señor ¡únicamente! Si eres “perito catador de aguas”. Si no eres eso, pues no eres nada. Buenamoza, tengo sed. Agua.
MUJER (Mientras le sirve con una jarra en un vaso.) –A mí también me vino la sed.
LORCA (Bebe largamente recordando el sabor del agua.)
–Mira, si estuviéramos en mi Granada te ofrecería “agua que sabe a violetas”.
MUJER –¿Y si no me agrada?
LORCA –Te ofrecería “agua que sabe a reina mora”.
MUJER –¿Y si no me agrada?
LORCA –Te daría “agua que tiene gusto a mármol”.
MUJER –¿Y si tampoco el agua que tiene gusto a mármol me agrada?
LORCA –Pues entonces me vería obligado a darte “del agua barroca de las colinas. Ésa que deja un recuerdo a clavos de metal y aguardiente”.
MUJER –¿Y si esa agua se me sube a la cabeza?
LORCA –Encomiéndate. “Encomiéndate a la Virgen porque...”
MUJER –¿A la Virgen o al honorable demonio?
LORCA –Encomiéndate a los dos. Y a quien te acuda.
( … )
LORCA (Entre perplejo y contrariado.) –¿Rodolfo? ¿Él ahora es el autor? Entonces “yo no soy yo. Ni mi casa es mi casa”.
SOBERANA LOCA –Estás aquí, Federico García. Y ya no hay casa que no sea tu casa.
LORCA –Pero, “¿no ves la herida que tengo desde el pecho a la garganta?”
SOBERANA LOCA –Veo la luz de tu herida. Y detrás veo tu alarido. Y detrás veo cómo en el centro de tu pecho nace una acequia que nos trae sol.
LORCA –No sé... no sé... “me he acostumbrado a vivir muchos años fuera de mí, pensando que las cosas estaban muy lejos”. Mi larga noche no ha tenido aurora.
SOBERANA LOCA –Eso ya pasó... ahora estás volviendo a nacer.
LORCA (Impaciente.) –Entonces quiero saber qué ha sucedió en este tiempo. Cuéntame, mujer.
SOBERANA LOCA –Te salvaste de tantas cosas... y te perdiste tantas más...
LORCA –Cuéntame, cuéntame.
SOBERANA LOCA –Cómo decírtelo, Federico... después de tu sangre derramada, en 1936 las dos España de tu España se cruzaron en tres años de guerras, cuerpo a cuerpo, de sangría corazón por corazón, alma por alma... Tu España fue sembrada por más de un millón de muertos. Muertos que se murieron de a uno.
LORCA –Deliras.
SOBERANA LOCA –Al final tu España fue tomada por la espada y por la superstición y el miedo. Tus libros fueron desaparecidos de las bibliotecas, de las escuelas, de los teatros. Reinó la unanimidad del pánico, el sagrado orden de la mudez y la abstinencia... La guerra civil de tu España fue el prólogo de otra guerra mundial.
LORCA –¡¿Otra guerra mundial?!
SOBERANA LOCA –Otra. Más de cincuenta millones de víctimas en seis años.
LORCA –Deliras.
SOBERANA LOCA –Seis millones de judíos exterminados en campos de concentración.
LORCA –Deliras.
SOBERANA LOCA –Argelia, Vietnam, Jordania, Palestina, Afganistán... Más de 70 millones de muertos contra natura en lo que va del siglo. Y aquí... treinta mil muertos sin nombre en la sepultura ¿sin sepultura?
LORCA –Deliras. No es posible tanta muerte.
SOBERANA LOCA –Es posible. Y más: fue posible que fuera la noche durante el sol.
LORCA –Calla.
SOBERANA LOCA –Sí, mejor callo.
LORCA –No. Cuéntame.
SOBERANA LOCA –Federico, lo imposible sucedió el 6 de agosto de 1945. A las 8, 15 minutos y 17 segundos de la mañana una bomba bajó del cielo. Del cielo a la tierra. Y cayó sobre una ciudad que estaba llamándose Hiroshima. Ciento cincuenta mil seres que habían nacido para vivir murieron quemados por esa bomba.
LORCA –Calla. Cuéntame.
SOBERANA LOCA –La bomba fue arrojada, dijeron, “para conseguir la paz más rápido”.
LORCA –¡Pero qué dices!
SOBERANA LOCA –Hiroshima fue una colmena calcinada... El avión que arrojó la bomba tenía hasta nombre. Fue bautizado “Enola Gay” en homenaje a la señora madre del comandante. A la señora madre que lo parió.
LORCA –Acaba ya con tu delirio.
SOBERANA LOCA –Y la dulce bomba “para conseguir la paz más rápido” también tuvo nombre. Se la bautizó “Little boy”, es decir, “Muchachito”, o “Niñito”... Más: la bomba no hizo ruido, fue como un viento con fuego... Era el amanecer de un día. Y fue noche a pleno sol.
LORCA –”Que Dios nos ampare”.
SOBERANA LOCA –”Dios no. Son los hombres los que nos tienen que amparar”. Lo escribiste, Federico. Y así sucedió. Las cenizas de Hiroshima fueron capaces de florecerse…se reanudaron los colores, convencieron al sol para que los alumbrara de nuevo… Hiroshima, ¡una flor porfiada desde la entraña de la ceniza! Hiroshima, “¡qué furia de amor!” Hiroshima, “¡la más candente alegría!”
MUJER (Ocupando el sitio que deja la Soberana Loca.) –Por pronunciar de tal forma la palabra alegría, ya mismo, Federico, te condecoro ¡con esta manzana!
LORCA (La recibe alborozado. La indaga como haciendo memoria y finalmente la muerde, deslumbrado. Se toma tiempo para masticarla con fruición. Después se vuelve hacia la Mujer.) –Amor con amor se paga. Y esta manzana, buenamoza, ¿con qué se paga? A ver, ¿qué me pides por haberme resucitado esta manzana?
MUJER –Poca cosa. Que me cuentes un secreto.
LORCA –Dos secretos te contaré. El primero: “los gallos no son perfectos. Está comprobado”.
MUJER –¿Y por qué no lo son?
LORCA –Porque los gallos “no saben enhebrar bien las agujas”.
MUJER –¿Y el otro secreto?
LORCA –”Da risa considerar lo simpáticas que son las gallinas. Todas ponen huevos. Todas tienen crestas. Todas tienen culo”.
( … )
(La Soberana Loca, sigilosa, está otra vez al lado del ropero. De nuevo entreabre, despacio, la puerta. Desde adentro va creciendo una canción de Los Beatles.)
LORCA (Se vuelve. Muy pronto se deja ganar por la canción.) –¡Ole! ¡Ole! ¡¿Quiénes son ellos?!
SOBERANA LOCA –También criaturas. Criaturas del siglo que no llegaste a conocer en este tiempo en el que viviste fuera de tu mirada y de tu pulso. (La canción sigue como fondo, como una brisa.) Son Los Beatles, cuatro criaturas de pelo largo, que andaban en un submarino amarillo brincando por los techos de los rascacielos...
LORCA –¡Qué gloria se perdieron mis pobres oídos! (Crece la canción. Federico la acompaña con el cuerpo hasta que la canción empieza a diluirse.) ¡Qué deliciosa locura! A estos tíos, Los Beatles, me los figuro capaces de todo.
SOBERANA LOCA. –Capaces fueron de sembrar espigas o claveles en los asfaltos. Capaces fueron de enarbolar la paz en las narices de los Aseados Exterminadores. Capaces fueron de hacerles cosquillas en las amígdalas a los Reverendos Fruncidos.
LORCA –Capaces habrán sido, los cuatro, de “columpiarse sobre un hilo de araña”. “Valen más en mi reino los que cantan y los que juegan”. “¡Salud! ¡Salud por la locura de este trébol insolente de cuatro hojas!”
( … )
MUJER.–¿La luna dijiste?
LORCA –La luna dije. La que por el cielo va “con sus senos de duro estaño”.
MUJER – “Luna luna luna luna... ¡Del tiempo de la aceituna!
LORCA –”Luna luna... ¡Teta azul como ninguna!”
MUJER –”¡Luna negra de los bandoleros!”
LORCA –”Luna muerta, que resucita en primavera”.
MUJER – “Luna llorando que dice: yo quiero ser una naranja”.
LORCA –Luna “que estaba en broma diciendo que era una rosa”.
MUJER -Luna “que vino a la fragua con su polizón de nardos”.
LORCA –Luna que “el niño la mira mira. El niño la está mirando”.
SOBERANA LOCA (Entrando en situación.) –¡Luna! ¡Luna! Tenemos noticias para darte, Federico. En tu rato de ausencia, los hombres pusimos nueces a girar en torno de la tierra.
LORCA –Otra vez con tus delirios.
SOBERANA LOCA (Entreabre el ropero. Con la luz emerge una música de sonidos espaciales -Vangelis-. La música permanece unos segundo, luego baja. Quedará por un rato apenas como fondo.) –Como lo estás escuchando: pusimos nueces a girar en torno de la tierra. En una nuez iba una perrita, Leika; en otra nuez iba Yuri, en otra iba John, en otra Valentina, en otra Constantin, en otra iba Neel... Giraron y giraron nuestras nueces afuera alrededor de la Tierra... Fueron barcas que navegaron otros mares, aire adentro, aire afuera... Ahora, Federico, las botellas no se arrojan al mar, se arrojan al cosmos. Tendrás que enterarte de que el pobre hombre, el soberano hombre, ha llegado a otras comarcas. Y con sus pies ha pisado, ha caminado ¡la luna!
LORCA –¡¿La luna!?
SOBERANA LOCA –Tu luna luna.
LORCA –¿La que por el cielo va “ con sus senos de duro estaño”?
SOBERANA LOCA –Tu luna luna “del tiempo de la aceituna”.
LORCA –¿La luna luna “teta azul como ninguna”?
SOBERANA LOCA –Tu “luna negra de los bandoleros”.
LORCA –¿La “luna muerta que resucita en primavera”?
SOBERANA LOCA –Tu luna que “llorando dice: yo quiero ser una naranja”.
LORCA –¡La luna “que estaba en broma diciendo que era una rosa”?
SOBERANA LOCA –Tu luna luna “que vino a la fragua con su polizón de nardos”.
LORCA –¿Así que caminamos por la luna ésa que “el niño la mira mira”? Lo que me cuentas quisiera verlo. Para creerlo... Ay, hasta me subiría a un pino verde para ver si a los caminautas los divisaba...
SOBERANA LOCA (Arrimándole una silla.) –No te niegues el deseo. Sube a este pino verde, a ver qué divisas.
LORCA (Rápido se trepa a la silla, mira muy a lo lejos, pasa de la fascinación a la angustia.) –Desde mi pino verde diviso... aquella luna que “gira en el cielo sobre la tierra sin aguas”... “la tierra se ofrece llena de heridas cicatrizadas”... “Oh, qué gritos se sienten, ¡por encima de las casas!” Me parece que el mar va a recordar “¡de pronto! Los nombres de los ahogados”... Ay, “el mundo solo por el cielo solo. No duerme nadie, por el mundo. Nadie”.
SOBERANA LOCA –No, no duerme nadie. Al remordimiento lo llamamos insomnio.
LORCA –”No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!”
MUJER –¿Y si alguien cierra los ojos?
LORCA –¡Azotadlo, hijos míos, ¡azotadlo!”. Que nadie cierre los ojos.
MUJER –Pero ¿por qué?
LORCA –Porque hay “un panorama de ojos abiertos y amargas llagas encendidas”. “Urgente. Un coñac para mi pobre corazón”.
(….)
SOBERANA LOCA –Federico, Federico, ¿qué te ocurre?
LORCA –Espanto... ella ha dicho espanto...
MUJER –He dicho espanto, sí.
LORCA –Esa palabra me da frío...
SOBERANA LOCA (Alentándolo.) –Cuenta, cuenta todo...
LORCA –Me da frío... esa palabra... y se me ponen azules las uñas... y empiezo a navegar un sueño que hace tanto soñé...
SOBERANA LOCA –¡A sacarse de encima esos sueños!
LORCA –Soñé con “palomas que guardaban silencio”.
SOBERANA LOCA –¿Qué más?
LORCA –Soñé... que masticaba...
SOBERANA LOCA –Vamos, ¿qué masticabas?
LORCA –”Masticaba... una flor abandonada”...
SOBERANA LOCA –¿Y qué más?
LORCA –Soñé con “un barbero... que hacía cruces de sangre en los cuellos de sus clientes”.
SOBERANA LOCA –Estás temblando. Déjanos abrigarte, Federico.
LORCA –Y también soñé con una degollación... “la degollación fue horripilante... La víctima estaba de rodillas... El degollador era un hombre minúsculo. Pero el cuchillo era un cuchillo. Un cuchillo de chispas con los dientes apretados... Las vacas mugieron en todos los establos... La cabeza quedó en el medio de la arena... Después las jovencitas con su sangre se teñían las mejillas de rojo y los jóvenes pintaban sus corbatas en el cañón estremecido de la yugular desgarrada”...
SOBERANA LOCA –Sigue, Federico. Hasta que tu frente se vacíe del último de los malos sueños. Sigue.
LORCA –...Y aquel sueño mío no se detuvo, prosiguió con otra degollación, con “la degollación de los inocentes... con la degollación de Jorgito, Alvarito, Guillermito, Leopoldito, Julito, Luisito, Pepito, Manolito, Enriquito, Eduardito, Jaimito, Emilito, Joseíto,” Palomita, Haroldito... “las madres se volvían locas, pero no podían, ya locas, atenuar la ternura de sus pechos desgarrados... Los inocentes eran buscados por el acero. Las voces decían: ´Es mejor ser medusa que ser niño´... Terrible, alegrísima degollación aquella. Una madre loca gritaba: ´¡Venid, venid! Aquí está mi hijo tiernísimo, mi hijo de cuello fácil. ¡En el rellano de la escalera lo podéis degollar fácilmente!´”
SOBERANA LOCA –Tu sueño no fue un sueño, Federico. Aquí eso nos sucedió. ¡Aquí! En este sur. Al abrigo de la indiferencia. Aquí los Señores Propietarios de las Buenas Costumbres, para escarmentar a los violentos, trituraron dedos, machacaron uñas, electrizaron vaginas, decapitaron testículos. Ni el asesinato ni la muerte les fue suficiente, abortaron vidas por nacer y abortaron vidas ya nacidas. ¡Gárgaras se hicieron con el espanto ajeno!
LORCA –Ay ay ay, cuántos ¡cuántos “ruiseñores con las dos patitas rotas!”
SOBERANA LOCA –Y sin que en las dulces noches las buenas gentes del vecindario se despertaran. Aquí las sirenas fueron canciones de cuna.
LORCA –¿”Aquí en las calles corrió lo más escondido”? ¡Aquí corrió eso “que tiñe los dientes y pone pálidas las uñas”! ¿Aquí “no hubo siquiera una voz”?
SOBERANA LOCA –No. “No hubo siquiera una voz”.
MUJER –Aquí “los senos se llenaban de leche inútil”.
LORCA –Noche interminable. “Noche de vidrio y manecitas heladas”.
MUJER –”La leche maternal sostuvo la batalla con la sangre triunfadora”.
LORCA –”Pero la sangre ya se había adueñado de los mármoles”.
MUJER –”Y allí clavaba la sangre sus raíces enloquecidas”.
LORCA –”Nunca será en el mundo otra noche igual”.
MUJER –Y “no hubo o siquiera una voz”.
LORCA –”Nunca será en el mundo otra noche igual”...¡Socorro! Adiós “amor mío, amor mío. Ya no moriremos juntos. ¡Ay,(Dirigiéndose imprevistamente al público.) ¡Terminad vosotros, por caridad, este poema!”
( … )
LORCA –¿Llanto, congoja, luto por mí? ¿Cómo es posible? Basta de funeral. Basta de vivir gimiendo al compás de los criminales. Basta de hacerles el caldo gordo a los que sólo piensan con el dedo en el gatillo. Basta de quedarnos en la estación de la pura lágrima… Basta de moco y de lagaña y de pañuelo. Después del llanto empieza la soberana obligación. Tenemos que hacer lo nuestro. Y lo nuestro es algo diferente a ser las siemprevíctimas… Sacudámonos. Nuestro incesante llanto es una comodidad. Y con ese perpetuo llanto estamos matando de muy mala muerte a nuestros pobres muertos. ¡Ya basta! Ahora la sangre quiere desandar el espanto para ser arrojada sinfonía... Ahora, la sangre, tan derramada, tan ofendida, tan violada, nos está buscando, ¡viene por nosotros la sangre!... “Sangre que busca mil caminos... Sangre que viene, que vendrá por los tejados y azoteas, por todas partes... ¡Sangre que nos busca para estrellarse en una aurora!”
SOBERANA LOCA –¡Eso Federico! ¡A resucitar! ¡A resucitarnos!
MUJER –¡Manos a la obra! ¡Manos a tu sangre! Federico, ¡a parir se ha dicho!
(Las dos mujeres con las manos extendidas, sin tocarlo, lo dibujan en el aire a Federico, quien en adelante irá transformando la fragilidad de su cuerpo en algo cada vez más concreto.)
LORCA –¿Podré encontrarme?
SOBERANA LOCA –Podrás.
LORCA –¿Olvidáis “que tengo las alas rotas”?
MUJER –Para caminar alas no precisarás.
LORCA –Pero es que me duele la mirada y me duele el ademán y “me duelen las palmas de las manos a fuerza de sostener patitas de gorriones”.
SOBERANA LOCA –Podrás. Podrás.
LORCA –Estoy demasiado herido.
MUJER –¡De intensidad!
LORCA –Ay, “qué rumor en la cabeza”.
MUJER –Tus manos ya llegan a tu rostro, ¡te estás encontrando!
LORCA –Ay, soy “una perpetua sangre”.
SOBERANA LOCA –Vamos, que puedes, ya asomas, ¡puja y empuja!
LORCA (Empinándose con bríos.) –”El aire es inmortal”. Aquí me tienen. ¡”Que no se acabe nunca la madeja”!
MUJER –¡No, que no se acabe la madeja! ¡Que siga y se prosiga!
LORCA –í”Que soy amor, que soy naturaleza”!
MUJER –¡Ya flamea, ya flamea la bandera de tu semblante, Federico!
LORCA –”Qué dolor de luz. Qué dolor de luz”.
SOBERANA LOCA –”El canto quiere su luz”. ¡Que tu luz estalle!
(A continuación se desarrolla un contrapunto creciente, vibrante, jubiloso, entre lo que dice Federico y lo que repiten a dúo las dos mujeres. Tras cada frase, dos palmas.)
LORCA – “El niño come naranjas. Desde mi balcón lo siento”.
ELLAS – “A las cinco de la tarde”-
LORCA – “El segador siega el trigo. Desde mi balcón lo veo”.
ELLAS – “A las cinco de la tarde”.
LORCA – “Podré no dar señales de vida, ¡pero mi intensidad no varía!”
ELLAS – “A las cinco de la tarde”.
LORCA –Y “quiero lanzar mi grito, sin terror y sin miedo ante la muerte”.
ELLAS – “A las cinco de la tarde”.
LORCA – “Es el dolor que se acaba”.
ELLAS – “A las cinco de la tarde”.
LORCA – “¡Es la tierra alegrísima!”
ELLAS – “A las cinco de la tarde”.
LORCA – “¡Viva la tierra de mi pulso!”
ELLAS – “A las cinco de la tarde”
LORCA – ¡Viva “el baile de los helechos”!
ELLAS – “A las cinco de la tarde”.
LORCA – “¡Cómo relumbran las naranjas!”
ELLAS – “A las cinco de la tarde”.
LORCA – “¡Oh, la nieve circundada por témpanos de música!”
ELLAS – “A las cinco de la tarde”.
LORCA – “¡El mar pierde la vergüenza!”
ELLAS – “A las cinco de la tarde”.
LORCA – Y el sol, “dentro de la tarde, ¡como el hueso en una fruta!”
ELLAS – “A las cinco de la tarde”.
LORCA –Y el sur, “una flecha de oro, sin blanco, ¡sobre el viento!”
ELLAS – “A las cinco de la tarde”.
LORCA– “Y el hombre es azul, azul!”
ELLAS– “A las cinco de la tarde”.
LORCA – “Y el aire está preñado de arco iris!”
ELLAS – “A las cinco de la tarde”.
LORCA – “¡Y el viento viene rojo, por el collado encendido!”
ELLAS – “A las cinco de la tarde”.
LORCA – “¡Y se ha puesto verde el río!”
ELLAS – “A las cinco de la tarde”.
LORCA – Y “¡un niño se acerca galopando!”
ELLAS – “A las cinco de la tarde”.
LORCA – “Y la muerte temblando se refugia en el círculo estrecho del minuto presente”.
ELLAS – “A las cinco de la tarde”.
LORCA – “¡Y Adán sueña en la fiebre de la arcilla!”
ELLAS – “ las cinco de la tarde”.
LORCA –Y “siento que arde en mis venas ¡sangre!”
ELLAS – “A las cinco de la tarde”.
LORCA – Y “siempre la rosa siempre, ¡norte y sur de nosotros!”
ELLAS – “A las cinco de la tarde”.
LORCA – “Porque queremos ¡el pan nuestro de cada día!”
ELLAS – “A las cinco de la tarde”.
LORCA – “Porque queremos que se cumpla la voluntad de la tierra ¡que da sus frutos para todos!”
ELLAS – “A las cinco, a las cinco, ¡¡ “a las cinco de la tarde”!!
LORCA – Ay, sí, las cinco, “las cinco en sol de la tarde”, “¡ya puedo lanzar con mis manos las manzanas al río!”... “Ay, ya tengo la copa rebosante de vino!”
(Concluyen con palmas en seco. Profunda pausa.)
SOBERANA LOCA (Casi susurrando.) –Ha sucedido, Federico. Estás aquí.
LORCA –Ay el pulso... Ay el aire... |
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